Seguiriyas

Se puede escribir de varias maneras: seguiriya (la más habitual), siguerilla, siguiriya,... Junto con las soleares son el componente máximo del flamenco. Es un cante muy jondo, o sea, con muy poca letra y mucho quejío. Hay que interpretarla con mucho sentimiento y temperamento. Es un baile austero, severo, muy estilizado y ritual, y alterna suaves marcajes con zapateados. Se adapta muy bien al acompañamiento de palillos, bata de cola y/o mantón.

 

Baile de los más jondos, como corresponde a su cante. Es sobrio, recio, patético y ceremonial, no admite adornos fáciles. Se interpreta con un compás lento y pausado. Combina pasos de punteado con desplantes, que en este caso son fuertes redobles, incluye escobilla en la parte media del baile. El paso fundamental consiste en un andar rítmico, con golpes secos, sonoros y cortados, avanzando y retrocediendo el bailaor sobre el mismo sitio. La solemnidad también se manifiesta en el arranque y la salida, que se suele realizar dando un largo paseo. Pueden bailarla indistintamente hombres o mujeres y se requiere un gran temperamento. El primer bailaor de este estilo o al menos quien lo difundió fue Vicente Escudero y, posteriormente, Pilar López introdujo el toque de castañuelas.

 

Musicalmente no tienen relación con la seguidilla castellana. Es un cante dramático, fuerte, sombrío y desolador, que está considerado como uno de los estilos más característicos de la esencia jonda del cante flamenco. Apareció a finales del siglo XVIII y se acentuó su práctica a principios del XIX. Se derivan de las tonás primitivas y ofrecen tres lugares básicos de origen: Cádiz y los Puertos, Jerez y Triana (España).

 

Es un cante con cuatro versos, los dos primeros y el último, por lo general, heptasílabos, y el tercero endecasílabo. Las hay también de tres versos, de los cuales el primero y el tercero son hexasílabos y el segundo, endecasílabo. En este caso, se repite el segundo verso al cantarla.


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